Aquí inicio una serie de entradas en el foro (lo que se ha dado en llamar “posts”… más adelante me ocuparé del uso de anglicismos y acrónimos inútiles) con las que quiero ir abordando algunos errores frecuentes, desatinos y otros disparates habituales cuya corrección debería constituir una parte importante de la formación de cualquier universitario, pero mucho más, si se me apura, de cualquier Ingeniero. Lo he dado en llamar “Crónica del despropósito”. Sin más preámbulo, vamos con el primero.
Quien no ha sufrido a esos profesores que piden una respuesta rápida a todo lo que preguntan y que valoran más a quien responde antes que a quien responde mejor… Y quien no ha sufrido, también, la exigencia de respuesta (y rápida, encima) a una pregunta mal formulada. Para dar la respuesta correcta, hay que hacer la pregunta correcta. Si no se hace así, la respuesta es tan absurda como la pregunta.
Yo también fui alumno y fuera del entorno académico, sigo siendo alumno: de la vida. Y sigo sufriendo la necedad exigida por quien me pide respuestas rápidas, aunque sean erróneas, en lugar de esperar el tiempo que requiere la meditación de una respuesta correcta. Y, a menudo, a preguntas mal hechas.
Hay muchos males frecuentes que dificultan nuestra comunicación y que, en general, hemos de corregir. Es un mal frecuente el de no dar tiempo a que el preguntado piense y se exprese. También es un mal frecuente el de no esperar a que quien formula la pregunta, termine de formularla con corrección. Y también es un mal frecuente interrumpir. Los medios de comunicación no suelen ayudar porque, en definitiva, esto es lo que se ve en muchos programas de televisión y se escucha en algunos programas de radio.
Nunca hay que hablar encima y nunca hay que interrumpir: es inadmisible, además de ser la manifestación de una carencia educativa notable.
Pero, como digo, a menudo todo esto se hace. ¿Y por qué se hace? Ciertamente no lo sé, pero he encontrado una respuesta en algo que supone una confusión muy habitual: competitividad y competencia. Parece más competitivo quien responde antes, aunque responda mal a una pregunta errónea. Parece menos competitivo quien responde más tarde, aunque responda correctamente matizando, incluso, el desacierto de la pregunta errónea cuando es así.
Veamos qué dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua al respecto de estas dos palabras:
competencia (1).
Del lat. competentia; cf. competir.
1. f. Disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo.
2. f. Oposición o rivalidad entre dos o más personas que aspiran a obtener la misma cosa.
3. f. Situación de empresas que rivalizan en un mercado ofreciendo o demandando un mismo producto o servicio.
4. f. Persona o grupo rival. Se ha pasado a la competencia.
5. f. Am. Competición deportiva.
a competencia
1. loc. adv. a porfía.
competencia (2).
Del lat. competentia; cf. competente.
1. f. incumbencia.
2. f. Pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.
3. f. Ámbito legal de atribuciones que corresponden a una entidad pública o a una autoridad judicial o administrativa.
1. f. Capacidad de competir.
2. f. Rivalidad para la consecución de un fin.
Como se aprecia, en ambas definiciones aparecen frecuentemente alusiones al verbo “rivalizar”. De ahí la confusión, bajo mi punto de vista.
Las acepciones más acertadas en lo referente a lo que aquí estoy tratando, son las que he indicado en negrita y cursiva.
Competitividad y competencia tienen un orden. Antes de ser competitivo, y estar en condiciones de mantener cualquier rivalidad para la consecución de un fin (como dice la definición) hay que ser competente, es decir, hay que tener la pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.
¿Se puede ser competitivo sin ser competente? No se debería. Pero, ciertamente, el estado actual de las cosas es que nos encontramos, y con más frecuencia de la que desearíamos, personas que siendo auténticos incompetentes, son muy competitivos. De hecho, se habla ya de unas cuantas generaciones como las mejor formadas, las más competitivas. Quizás realmente sean, efectivamente, las que más títulos universitarios acaparan y, por tanto, las más competitivas pero… ¿realmente son las más competentes?
El estado actual de la educación, valorando la calidad más por el número de aprobados que por otros indicadores mucho más representativos, pero ciertamente más complicados de medir y, probablemente, más incómodos para quienes nos “mandan” (en los que ahora no voy a entrar), dejan la respuesta en entredicho. Ciertamente, lo deberían ser pero la realidad es que no lo son, y ésto lo desvirtúa todo y me lleva a pensar que incluso ésto que estoy escribiendo, es inútil. Lo es, sin duda. Pero quizás te haya servido para meditar un poco sobre el tema. Si has llegado a leer hasta aquí, ya es un logro. Otro tema que abordaré es el de la ortografía, la expresión… en definitiva, la “no-lectura”… pero ni de nuestros textos, los de contenido ingenieril y/o científico.
Lee, estudia, trabaja, esfuérzate… fórmate. Pero fórmate para saber, fórmate en el conocimiento para ser competente. No te formes sólo para ser competitivo porque si lo haces así, no tardando mucho se descubrirá que realmente eres un incompetente.
Competitivo ya lo serás… cuando seas competente.